septiembre de 1939 – mayo de 1940
A las 04:45 horas del 1º de septiembre de 1939, el acorazado alemán «Schleswig-Holstein», fondeado a las afueras de Danzing (Polonia), en el mar Báltico, efectuó los primeros disparos de la Segunda Guerra Mundial lanzando varios proyectiles de 280 mm contra la base naval de Westerplatte, situada en la desembocadura del Vístula en el Mar Báltico y defendida por 210 soldados del Ejército Polaco. Había comenzado la guerra y al mismo tiempo la Batalla del Atlantico.
El Gran Almirante Karl Dönitz siempre defendió la utilización del sumergible como el arma más práctica en la guerra naval
El 3 de septiembre de 1939 el comandante superior de submarinos (conocidos como U-Boot en la jerga de la marina alemana, del alemán Untersee-Boot, nave submarina) de la Kriegsmarine tenía dieciocho sumergibles en total en el mar. El día 1 de septiembre de 1939, el entonces comodoro Karl Dönitz enviaba al Alto Mando Naval alemán su último memorándum, en donde subraya con insistencia el insuficiente desarrollo del arma submarina. El día 3, recibe un despacho del Alto Mando Naval en donde se le avisa que «El Reino Unido ha declarado la guerra».
El mismo día 3, el Alto Mando Naval celebra una conferencia en Berlín, en la cual estuvieron presentes el comandante en jefe, almirante Schniewind, el jefe del Estado Mayor General, almirante Fricke, el jefe de la Sección de Operaciones, capitán de fragata Wagner, el jefe del Tercer Negociado y el capitán de fragata «Schulte-Mönting», jefe del Estado Mayor Especial del almirante Erich Raeder. Dicha reunión concluye con las siguientes palabras de Raeder:
«No podemos soñar con presentar batalla a la flota británica para aniquilarla. Nuestra única oportunidad reside en el ataque de las comunicaciones comerciales del enemigo, para lo cual los submarinos constituyen nuestra arma más eficaz. En consecuencia, tenemos necesidad de submarinos y más submarinos.«
El Almirante Erich Raeder intentó demostrar la vigencia de la flota de superficie en la Segunda Guerra Mundial, aunque las victorias de los U-Boot de Dönitz opacaron los pocos logros del primero
Producto de aquel acuerdo, se modificaria el plan de construcciones navales para poner en servicio de 20 a 30 submarinos al mes. Ello implicaba abandonar o retrasar cuanto menos la construcción de unidades navales de superficie: acorazados, cruceros, etc.
La guerra se inició demasiado temprano para la Kriegsmarine. El agresivo plan de modernización de la flota alemana (el plan Z) prácticamente acababa de comenzar, y como los almirantes alemanes sabían, la Flota Metropolitana (Home Fleet) británica era muy superior en número a la Kriegsmarine alemana. Los británicos poseían en ese momento 15 acorazados, 62 cruceros, 7 portaaviones, 178 destructores y 56 submarinos. Por su parte, Alemania contaba con 3 acorazados de bolsillo, 2 cruceros de batalla, 8 cruceros y 21 destructores. De los 57 submarinos de que disponía Dönitz, solo 22 eran oceánicos del tipo VII y podían operar en el Atlántico. Además, estos submarinos eran muy viejos, ya que en la práctica eran utilizados solamente como sumergibles. Eran muy lentos bajo el agua, por lo cual tenían que permanecer casi todo el tiempo en la superficie, exponiéndose con ello a las patrullas británicas. A la hora de atacar, salían a la superficie, donde eran detectados fácilmente y, debido a su escaso blindaje, tenían que sumergirse para protegerse, permitiendo que los convoyes escapasen. A pesar de todos estos inconvenientes, el almirante Karl Dönitz no se dejó desanimar. Siguió insistiendo en el incremento de la producción de U-Bootes, asegurando que con 300 buques modernos podrían hundir 700.000 toneladas de barcos mercantes al mes, poniendo de rodillas a Gran Bretaña y sufriendo pocas bajas. Para neutralizar la técnica del uso de convoyes, Dönitz propuso una táctica bautizada por él mismo como Rudel, traducida al español como «la manada de lobos». El plan de Dönitz consistía en dispersar a todos los U-Bootes por las rutas utilizadas por los convoyes. Cuando un sumergible detectara uno, lo comunicaría por radio a los demás, y todos los submarinos de la zona interceptarían al mismo tiempo al convoy, por la noche. El entusiasmo de Dönitz contagió a Hitler casi inmediatamente.
La Batalla del Atlántico, como la bautizaron los británicos, acababa de comenzar, y la producción de submarinos alemanes era extremadamente inferior a las exigencias de Dönitz, por lo que era de esperar que al inicio la balanza de la batalla estuviera inclinada a favor de los británicos. Estos seguían confiando plenamente en los convoyes, que ahora contaban con buques de escolta equipados con sonar. La aparición de las cargas de profundidad brindó mayor seguridad a los británicos, que creían que sus rutas mercantes eran casi intocables, y en esta etapa de la guerra ciertamente lo eran. La Batalla del Atlántico puede dividirse en cinco etapas:
Con una flota de submarinos obsoletos, Alemania no podía hacer mucho. La mayoría de los submarinos gastaba casi todo su combustible en el viaje de ida y vuelta entre su puerto y Gran Bretaña, y una vez en el campo de batalla, los aviones de patrulla que rondaban por las costas británicas los detectaban fácilmente. El 3 de septiembre de 1939, apenas luego de iniciada la guerra, el submarino U-30 del capitán Fritz Julius Lemp lograba hundir al carguero SS «Athenia», siendo este el primer buque británico hundido en el conflicto. Le siguieron en esta etapa, otros 222 barcos mercantes hundidos, tanto británicos como de otras naciones, que equivalen a 900.000 toneladas, una pérdida que el Reino Unido estaba preparada para soportar.
El almirante Dönitz sabía que a este paso jamás ganarían la guerra y presionaba a Hitler para que construyera más submarinos. Sin embargo, el promedio de construcción de submarinos por mes fue de 2 en 1940.
En cuanto a las pérdidas entre los U-boat alemanes, el submarino U-39, del tipo IX, fue el primer U-boat en ser hundido en la Batalla del Atlántico, tras un fallido ataque sobre el portaaviones HMS «Royal Oak» y el posterior contraataque por sus escoltas. El U-39 fue hundido en la posición 58°32′N, 11°49′W, el 14 de septiembre.
Si bien los británicos también contaban con ventaja en el ámbito de la lucha de superficie, la hazaña del submarino U-47 comandado por Günther Prien en el famoso ataque a la base de Scapa Flow (14 de octubre de 1939), hundiendo al acorazado Royal Oak, y las emboscadas del acorazado de bolsillo «Admiral Graf Spee«, que fue acorralado en el Atlántico Sur, cambiaron la percepción del público alemán respecto a la supuesta debilidad de la Kriegsmarine. Otra importante victoria del arma submarina alemana en este periodo, fue hundimiento del portaaviones HMS «Corageous», el 17 de septiembre, por el submarino U-29 del capitán Otto Schuhart, frente a las costas de Irlanda; en dicha acción murieron 519 tripulantes. 3 Como resultado de los ataques de superficie y las minas submarinas, fueron hundidas otras 900.000 toneladas de barcos mercantes, aunque el monto no era aún suficiente para doblegar al Reino Unido.
Como medida de protección, el Reino Unido recurrió a la vieja táctica, ya usada en la Primera Guerra Mundial, de los convoyes protegidos por escoltas armados, empleando estos el sistema ASDIC (hoy conocido como sonar; desarrollado en conjunto entre Francia y el Reino Unido en 1916), y contraataques con cargas de profundidad. El primer convoy para asistir al Reino Unido zarpó desde Estados Unidos a inicios de septiembre y estaba compuesto de treinta y seis mercantes, protegidos por tres escoltas; confirmando la valía del sistema de convoyes. Esto, a su vez mostraba la inclinación de EE. UU. incluso antes de que declarara la guerra a Alemania en 1941, dos años más tarde de iniciada de la guerra. A través del programa Lend-Lease (préstamo y arriendo), le proveyeron al Reino Unido de los alimentos y armas suficientes para continuar el esfuerzo de guerra. Entre el total de material dado al Reino Unido mediante los convoyes, figuran decenas de miles de camiones, locomotoras, tanques, autos, motocicletas, piezas de artillería, 15 millones de pares de botas y 14 billones de libras de alimentos, así como incontables municiones de armas individuales. Inicialmente, la falta de una declaración de guerra entre EE. UU. y Alemania permitió cierta libertad de movimiento a los mercantes, que saliendo del continente americano eran escoltados por naves canadienses y estadounidenses hasta la mitad del trayecto, instancia en que traspasaban la tarea de escolta a buques de guerra ingleses.