Durante la Segunda Guerra Mundial, la guerra de submarinos fue el componente principal de la Batalla del Atlántico, que comenzó en 1939 y terminó con la rendición de Alemania en 1945. El armisticio del 11 de noviembre de 1918 que puso fin a la Primera Guerra Mundial había hundido a la mayoría de los antiguos submarinos de la Armada Imperial Alemana.

La Armada y el posterior Tratado de Versalles de 1919 limitaron la marina de superficie de la nueva República de Weimar de Alemania a solo seis acorazados (de menos de 10.000 toneladas cada uno), seis cruceros y 12 destructores. Para compensar, la nueva armada alemana, la Kriegsmarine, desarrolló la flota de submarinos más grande de la Segunda Guerra Mundial. ​ El primer ministro británico, Winston Churchill, escribió más tarde:

«Lo único que realmente me asustó durante la guerra fue el peligro de los submarinos».

Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el 1 de septiembre de 1939, la Kriegsmarine tenía 57 submarinos y la mayoría de ellos no podían operar en el Atlántico. El Plan Z preveía la construcción de 250 sumergibles, pero no con el hecho de que Alemania entrase en la guerra con un número mucho menor de sumergibles que los aliados. En los seis años siguientes se construyeron 1.100 unidades, que fueron una amenaza constante para el Reino Unido en todo el transcurso de la guerra.

El arma submarina estuvo en crisis en 1939 debido a una serie de incidentes que marcaron la desconfianza del OKW en Dönitz. El primer barco hundido por un sumergible alemán, el U-30, fue el trasatlántico “Athenia”, que generó un incidente, pues en el paquebote iban 300 civiles estadounidenses e hizo recordar el caso del “Lusitania” en 1915.

El U-39, al atacar al portaaviones británico HMS “Ark Royal”, tuvo un grave fallo en el sistema de torpedos, que delataron su posición, resultando hundido por la escolta del portaaviones. Dönitz presentó la dimisión a su cargo, pero le fue rechazada. Cuando esto ocurría en Alemania, el U-29 sorprendió y hundió en alta mar al portaaviones HMS “Courageous”.

El momento decisivo del cambio en las operaciones navales lo dio el U-47 con el hundimiento del HMS “Royal Oak” en Scapa Flow al mando de Günther Prien, el 13 de octubre de 1939. Adolf Hitler dio su entero respaldo al arma submarina y a Karl Dönitz. De ahí en adelante y por un periodo de dos años, el arma submarina cosecharía solo éxitos y causaría dolores de cabeza a la Royal Navy.

En las primeras etapas de la guerra, los submarinos fueron extremadamente efectivos en la destrucción de la navegación aliada debido a la gran brecha en la cobertura aérea del Atlántico medio. El comercio transatlántico de suministros de guerra y alimentos fue amplio y fundamental para la supervivencia del Reino Unido. La acción continua que rodea al transporte marítimo británico se conoció como la Batalla del Atlántico, ya que los británicos desarrollaron defensas técnicas como ASDIC y el RADAR, y los submarinos alemanes respondieron cazando en lo que se denominó «manadas de lobos», por la que varios submarinos permanecerían juntos, haciéndoles más fácil hundir un objetivo específico. La situación vulnerable del transporte marítimo del Reino Unido existió hasta 1942, cuando las mareas cambiaron cuando la marina mercante y la marina de Estados Unidos entraron en la guerra, aumentando drásticamente la cantidad de tonelaje de suministros enviados a través del Atlántico. La combinación de un mayor tonelaje y una mayor protección naval de los convoyes marítimos hizo mucho más difícil que los submarinos hicieran una mella significativa en el transporte marítimo británico. Una vez que Estados Unidos entró en la guerra, los submarinos iban desde la costa atlántica de los Estados Unidos y Canadá al Golfo de México, y desde el Ártico hacia el oeste y el sur de las costas africanas e incluso lugares tan lejanos como Penang. El ejército de Estados Unidos estaba comprometido en diversas tácticas contra las incursiones alemanas en América; estos incluían la vigilancia militar de naciones extranjeras en América Latina, particularmente en el Caribe, para disuadir a los gobiernos locales de entregar suministros a los submarinos alemanes.

Debido a que la velocidad y el alcance estaban severamente limitados bajo el agua mientras funcionaban con energía proporcionada por las baterías, los submarinos debían pasar la mayor parte del tiempo en la superficie funcionando con motores diésel, sumergiéndose solo cuando eran atacados o en los raros ataques con torpedos durante el día. El diseño de casco más parecido a un barco refleja el hecho de que se trataba principalmente de embarcaciones de superficie que podían sumergirse cuando fuera necesario. Esto contrasta con el perfil cilíndrico de los submarinos nucleares modernos, que son más hidrodinámicos bajo el agua (donde pasan la mayor parte del tiempo), pero menos estables en la superficie. Si bien los submarinos eran más rápidos en la superficie que sumergidos, en general ocurre lo contrario con los submarinos modernos. El ataque de submarinos más común durante los primeros años de la guerra se llevó a cabo en la superficie y de noche. Este período, antes de que las fuerzas aliadas desarrollaran tácticas de guerra antisubmarinas verdaderamente efectivas, que incluían convoyes, fue denominado por los submarinistas alemanes como «Die glückliche Zeit» (en español: Tiempo Feliz).

Otto Kretschmer hundió 44 buquescon 266.629 t
Wolfgang Lüthhundió 43 buquescon 225.712 t
Eric Topphundió 34 buquescon 193.684 t
Karl Friedrich Mertenhundió 29 buquescon 186.064 t
Victor Schützehundió 34 buquescon 171.164 t
Herbert Schultzehundió 26 buquescon 171.122 t
Georg Lassenhundió 28 buquescon 167.601 t
Heinrich Lehmann-Willenbrockhundió 22 buquescon 166 596 t
Heinrich Liebehundió 30 buquescon 162 333 t
Günther Prienhundió 28 buquescon 160 939 t
Los diez capitanes alemanes más destacados en la guerra submarina

Estos sumergibles operaron en todos los océanos del planeta, llegando incluso a las costas de América y hasta el Ártico. Hasta mediados de 1943 fueron superiores a las naves de los aliados. Pero con la introducción del RADAR y la táctica de la cobertura aérea continua a los convoyes aliados, los submarinos alemanes pasaron de ser cazadores a víctimas de la caza. Esta situación se mantuvo hasta el final de la guerra, aun cuando los alemanes introdujeron en el teatro de operaciones nuevos submarinos, como los del Tipo XXI, que llegaron tarde como para revertir los resultados.

El balance final de los resultados de la experiencia submarina fue desastroso para la Kriegsmarine: cerca del 80% de sus submarinos fueron destruidos, 28.000 de sus 40.000 tripulantes murieron y 8.000 fueron capturados. Esto demuestra lo dura que fue la guerra submarina durante la Segunda Guerra Mundial.

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